Leía en la biografía de Melville que escribió Andrew Delbanco:
"A Melville le tocó vivir en la época en que 'la gran maldición del escepticismo' (tal y como la denominó en el diario de viaje por el Mediterráneo) estaba derrotando a la época en la que Dios se comunicaba directamente con los seres humanos como si fueran niños dados a impresionarse. El protestantismo racional del que Melville se había impregnado por influencia paterna no le servía de mucho para pretender una inspiración religiosa que siempre consideró como la boba y peligrosa falsa ilusión de la gente ingenua. La época de los milagros, en la que Dios había aleccionado a los seres humanos con llamativas demostraciones de su poder a través de plagas o milagros, había acontecido hacía mucho ('Los hombres han llegado a hablar de la revelación', escribió Emerson en 1838, 'como cosa ofrecida y realizada hace mucho tiempo, como si Dios estuviera ya muerto') y había sido sustituida por una edad de la razón en la que el hombre debía buscar a Dios en los impersonales procesos de la naturaleza o en el caprichoso progreso de la historia. Este modelo de protestantismo sacado de lugar, como Orestes Brownson escribió en 1844, deploraba a aquellos que estuviesen hambrientos de cualquier manifestación del espíritu divino en sus vidas 'para alimentarse sólo de las inspiraciones del pasado'."
Coincidió que esa misma noche, la noche que leí el fragmento anterior, acabamos de ver Wise Blood. La vimos en dos sesiones. Toda gran película es siempre nocturna y este semestre toca levantarse temprano. No pasan de cinco las películas de John Huston que he visto, my bad. Esta es su amanerada adaptación, y memorable, de la primera novela de Flannery O'Connor. Sur, religión, fetiches, scams, fanatismo. Dicen que es de las películas a las que vuelve siempre Werner Herzog, no lo podría asegurar. Una civilización sin la posibilidad de lo trascendente, algo así dice Steiner siguiendo un poco a Wittgenstein, "estaría en grave peligro". Lo que más me ha inquietado siempre del asunto de las religiones es el temor a Dios, también habría que conceder que puede llegar a ser el último reducto de libertad frente al Estado.