lunes, diciembre 12, 2016

Calle Rimbaud

Mi calle Rimbaud no es aquella de la que pueda tener alguna memoria. No me trae de la infancia ni me lleva a ella. No es una que yo pueda archivar o volver a trazar. No me lleva a la escuela ni me regresa a tiempo para un almuerzo familiar. Cuando miro atrás no queda sino el deseo de no pertenecer. De modo que mi exilio son ahora estas montañas de Arkansas entre cuyas laderas pastan las vacas y acaso yacen los restos de algún héroe confederado. 

Hoy en Hypermedia Magazine.

lunes, octubre 31, 2016

Política

La política nunca viene del frío, parece no conocer su grado cero. Tiene el populismo, que vendría a ser su costado latino, ladino. Con el populismo, la vieja moral política vuelve fosca a su rincón. Pero una vez que estamos fuera de Cuba, lo bueno sería descubanizarla, dejarla sin deformación de isla, borrarles calor y humedad. Solo así dejaríamos de andar desnudos por la nueva casa y no sería entendida la política como un gran retablo de nuestros pensamientos. De poco nos sirve asomarnos a ella si no entendemos la democracia como un bien para el resto, aunque, claro, también para uno.
Hoy en Hypermedia Magazine.

miércoles, septiembre 14, 2016

Flores

Hoy es día tristísimo porque se ha suicidado en La Habana el poeta Juan Carlos Flores.

No nos vimos nunca, pero leí con puntualidad sus pocos libros, desde aquel Los pájaros escritos que compré en una pequeña librería habanera y que allá quedó, como otro mudo habitante de la soledad y la destrucción cubanas.

No se cansó Juan Carlos Flores de darle, de aportarle, a la poesía de aquella Isla. Mientras pudo y tuvo fuerzas para ello. Allí donde poetas juntaban solemnidades o naderías, un solo poema suyo los borraba, indicaba otro camino, despertaba otros ecos, señalaba un vacío que comenzaba a serlo menos.

De alguna manera la poesía viene a adentrarnos en un silencio, nos conduce a un viaje hacia adentro, a una automutilación. Es duro confirmarlo hoy, de este modo, y cuesta aceptarlo, pero poco podemos hacer ante eso. La de Juan Carlos Flores se fue despojando de una morfología antigua que ya no le servía y comenzó a desarticularse, a adquirir una circularidad extraña a tanta corrección premiada todos los días, todos los días publicada y difundida. “Mirar, oír 1, 2, 3 veces: sobre cabezas de pescado dejadas por La Madre en la cocina”, eso escribió Juan Carlos Flores, eso habría que responder cada vez.

No puedo hablar con propiedad de la “calidad performática” de sus textos, como algunos críticos han apuntado, porque no asistí a ninguna lectura pública suya. Pero en este sentido sí, a partir de sus libros, puede advertirse en sus poemas la adquisición de una desarmonía, o de una armonía otra, desquiciada ésta por reiteraciones que subvierten no solo “los distintos modos de cavar un túnel” o de (des)hacer un trayecto que al haber sido caminado se automatiza y banaliza –lo que nos propone es otra automatización, desde luego, cómo la poesía puede dotarse de un mecanismo de autoabsorción–, sino nuestra capacidad de leer, el espacio cada vez más estrecho que nos queda ya para el asombro.

En Alamar, donde han encontrado el cuerpo del poeta, vivió también Ángel Escobar. ¿Dignidad de la poesía? Qué lejos están esos paneles de cemento y acero, tan torpemente edificados para que convivan humanos, con aquel “puro mármol de los adioses” lezamiano, ese laberinto de supervivencia poética y también de agotamiento de una respiración, la desdichada anulación de un algo que late. 

En un final, nunca nada en poesía puede llegar a zurcir el espacio de la caída.


jueves, junio 09, 2016

Tocayo

I
De vez en cuando echo una ojeada a las memorias del presidio político cubano. No son pocos libros y se consiguen por ahí, en bibliotecas la mayoría de ellos. Ya he leído varias.
Anoche terminé Tocayo, el largo relato de Antonio Navarro, que publicó Javier Vergara Editor en 1986, aunque su edición original en inglés es de 1981. El relato cubre un arco que va de los últimos días de 1958 a los primeros meses de 1961, la previa (por usar un término futbolero) del desembarco en Bahía de Cochinos. Y que es el relato de una transformación personal, de aquel que en principio apoya la "necesidad" de un cambio de régimen —en la comprensión de esa "necesidad" les fue la vida a miles (y los dones a millones) de cubanos— al empresario desposeído y al "contrarrevolucionario" que milita en una agrupación opositora y va armado por las calles habaneras hasta caer preso y asilarse en la embajada brasileña. 
Es un testimonio valioso sobre cómo se fue desarticulando la élite económica cubana y también del grado de improvisación e irresponsabilidad con que actuaron los nuevos gobernantes al aplicar su política de expropiaciones. Hay un par de capítulos dedicados a contar cómo intentó Navarro evitar la confiscación del negocio familiar, la Textilera Ariguanabo, propiedad de su suegro Burke Hedges. Habló con Fidel Castro, habló con el Che Guevara, y de ambos obtuvo una vaga promesa de que no sucedería nada urgente con su negocio. "No nos interesa por ahora, no es estratégico para nosotros", dice que le dijo Guevara. Y claro, de todos modos al amanecer del otro día lo perdió todo. Está claro que Navarro quiso ganar tiempo y maniobró todo lo que pudo, pero hoy, con la ventaja de varias décadas, suena ingenuo no pensar que iba a suceder lo que sucedió.
Habrá que detenerse en lo que cuenta Navarro de su diálogo con Guevara. Tras su reunión, cuando ya van a separarse, Guevara le pregunta si ha leído El Proceso, de Kafka. Navarro le responde que no, como es lógico —pocos en el trópico se leen un libro como ese (¿no era eso lo que pensaba Luz y Caballero tras encontrarse con Goethe?), además hasta 1959 puede decirse que La Habana era lo más distante que existía de un escenario kafkiano, después dejó a Kafka y a Ionesco y a Hamsun y a Beckett y a Breton y a todos los surrealistas chiquitos—. "Léaselo y entenderá todo", le dice Guevara. 
A mí me luce que habría que comenzar por ahí, por Kafka. Siempre estuvo claro, ni siquiera lo escondieron mucho. Cuba ya no está más en las Antillas: comienza su definitivo corrimiento hacia un despiadado rojo burocrático, satélite de extraños inviernos. He ahí la señal de cuánto habían interiorizado Los Tres Terribles (Fidel, Raúl y Guevara) la urgencia del laberinto.
Habría que comenzar a releer la tragedia cubana a partir de ese "Léaselo".

II
He googleado un poco sobre la tal textilera. No es mucho lo que aparece. Se dice que en su momento de mayor esplendor fue la más importante de América Latina. Dayton Hedges llegó a ocupar puestos de embajador de Cuba en Perú y Brasil, tenía una relación estrecha con Fulgencio Batista, aunque hoy ni siquiera la Wikipedia reserva una entrada para él. La textilera fue desactivada en los años noventas, hoy está en ruinas, reflejo del estado calamitoso del país.
La Habana que se narra en Tocayo es un caos: la maquinaria del terror revolucionario estaba en marcha. La ciudad y su vida nocturna están comenzando a dejar atrás su condición cabrerainfantesca para sumergirse en una penumbra uniformada. Hay milicianos por todos lados, también opositores, disparos, detenciones, fusilamientos. 
La ciudad de Lezama fue otra para siempre, bienvenido el laberinto, adiós al festín barroco.

III
Últimamente crece en mí la impresión de que a nadie interesan estos libros.
A nadie le importa un bledo Cuba ni los Castro ni nada de esto.

martes, mayo 17, 2016

Bonafinis

En esta columna, Leonardo Valencia ha sido honesto. Ha dicho lo que piensa del asunto Manguel y de cómo todavía persiste en estas nuestras repúblicas de aire la visión emponzoñada para recibir al que se fue, no importa si exiliado o hijo pródigo.
Al reproducirla en su perfil de Facebook -que recomiendo busquen, es de lo bueno que tiene esto de las social network- le han caído algunos reproches, faltaría más. Junto al de "justificador de despidos", se encadenan palabras y frases como, veamos: "fondos buitres", "tejido institucional", "receta de austeridad","reestructuración de la deuda", "mecanismos redistributivos", "compleja relación entre los precios de los commodities y las fluctuaciones del dólar en relación con el precio del petróleo". 
Con tal empacho terminológico vamos comenzando a entender porqué a cierta izquierda se le da tan fácil gobernar tan mal y destruir tan rápido.
Veo en esos reproches que todo va a peor porque todo sigue contaminado por el "a según" qué casaca vistes. Como los muertos que defiende aquella Hebe de Bonafini, que los hay buenos y no tan buenos. Y después te acusan a ti de ser binario, sectario. 
Hay quien de la noche a la mañana decide reconvertirse en el sindicalista más esforzado (hay noches tan fecundas como muchas prisiones), solo porque el enemigo de mi amigo manda trabajadores al paro. Trabajadores que son buenos, pero con fecha de expiración, solo porque son los míos.
Algo tiene Latinoamérica que junta Silvios, Bonafinis y Lemebeles. Y siente orgullo por eso.

viernes, mayo 06, 2016

Comisaria

Siempre en el trayecto hacia la liberación individual habrá un agente exterior y varios cadáveres en algún closet. Un intelectual orgánico del castrismo lo primero que se labra es un currículo al gusto de algún campus norteamericano. He aquí que aquella comisaria ideológica, viajera y también visitante predilecta de algunos campus podría llamarse Nancy Morejón.

En Diario de Cuba.

miércoles, abril 13, 2016

Exilio

Hoy en Diario de Cuba:

Con cada grupo de cubanos que cruza las aduanas del mundo libre regresa la pregunta sobre qué tipo de sujetos son, de si eso que por décadas hemos llamado exilio continúa en pie. A ese exilio se le había identificado siempre con un tipo de posicionamiento político bastante homogéneo, pero hoy conviene repensar su presente y comenzar a definir cuál y cómo será la presencia política de esa comunidad en el futuro de Cuba.

sábado, abril 09, 2016

Deslinde

En una de sus Emanaciones, Juan Abreu ha recordado cómo pasearon a Lam (cómo se dejó pasear) en su silla de ruedas por frente de la Embajada del Perú. Al pintor Lam, al que le quedaban dos años de vida.
Y pienso que a esos tres idolillos de la época, Lam, Guillén, Carpentier, los recuerdo yo siendo niño allá en Cuba. Eran tres banderolas de una cultura cautiva. Salían en la televisión, en los periódicos, aquellos horrorosos noticieros ICAIC. Carpentier había muerto en el 80, pero igual salía, era evocado.
Dice alguien que lo de Lam fue cosa de su mujer, que querían recuperar la obra suya que quedaba en Cuba, pero que, pobres ellos, la cosa no resultó. Da igual.
¿Qué edad tenía yo? No importa, los recuerdo bien. 
Hoy uno habla de sus obras y tiene que hacer esos deslindes. Admírense sus obras, detesten a los personajes. 
Tres ejemplos de la miseria moral cubana.