Este libro es la historia de otra demolición: la de la comunidad judía cubana.
Dueña de cierta prosperidad en los años 50 del siglo xx, la llegada del castrismo le arrebató toda posibilidad de crecimiento. Tras 1959, no fue hasta 1993 que se pudo realizar la primera ceremonia de conversión de nuevos practicantes.
La autora, Ruth Behar, comenzó a realizar viajes a Cuba en los años 2000 en búsqueda de la huella familiar y su exploración se extendió por varios años hasta el confín más oriental de la Isla, allí donde quedara algún descendiente.
Profusamente ilustrado con fotos, no es poco lo que nos deja saber sobre los restos de una comunidad que sobrevivió a duras penas a base de ayuda exterior y también de cierta tolerancia por parte de la sociedad totalitaria, quizás porque detectó que era muy minoritaria y estaba desarticulada. Me sorprendió enterarme de que todavía existía en Centro Habana una carnicería "kosher" atendida por dos vendedores que se las arreglaban para irse a Nueva Paz a buscar carne de res.Behar se cuida mucho de lanzar algún juicio contra las políticas minuciosamente destructoras del régimen cubano, aunque sí encuentra un espacio breve para señalar el embargo como causa de la miseria en la que viven tantos cubanos. A mí siempre me ha parecido que excusarse en una profesión (la antropología, la literatura, la academia, etc.) para pasar de puntillas sobre la verdadera razón del desbarajuste cubano es cruzar una curiosa línea moral que lleva a ejercer abiertamente la crítica dura a las sociedades democráticas, capitalistas y abiertas donde sabes que nada va a sucederte en términos de represión y escarnio, mientras se calla y se cuida hasta el detalle de no ejercer la crítica del régimen castrista y mirar para otro lado ante sus atropellos. Porque no basta con decir que Fidel Castro no le gusta, como si se tratara del sabor de un helado, se trata de que no hay forma de relatar algo dentro de una sociedad policial sin que nunca aparezca el policía.