viernes, junio 09, 2017

Estanque

Fuimos a tirar piedras a un estanque cerca de casa, menos de media milla a pie. Abraham en bicicleta, autos pasando lentamente, y en mi teléfono aparecían notificaciones. Un amigo se retrata en Stamford Bridge. Otro pide una receta. Y otro lamente la muerte de no sé quién en Cuba.
Oh, Cuba, siempre Cuba.
Yo no conocí a este Rodríguez que acaba de morir en La Habana. Mas lo recuerdo de la horrenda televisión cubana hablando de libros sin saber hablar que es saber comunicar.
Sin embargo, lo tengo por típico escritorzuelo cautivo, crítico duro de gente mucho más digna que él, como la poeta Reina María Rodríguez. Lo tengo por alguien que no supo cómo ser libre y mucho menos supo, por tanto, cómo debimos los cubanos luchar para ser menos cautivos.
Algunos que lo conocieron –o fueron sus alumnos, que según cuentan también se dio a perpetrar clases–, lamentan su deceso como si de un gran intelectual se tratara. Cada cual porta su pequeñísima bolsa de historias menores. Que si escribió una novela con Wichy Nogueras. Que si era amigo de aquel trovador, reconvertido en otro ente miserable por obra y desgracia de una misma devoción por caudillos caribeños.
Si se trata de ser libres, de creerse en verdad libres, no habrá nada que lamentar entonces. 
Nada que lamentar. 
Vayamos a por esas lecturas. 
Y luego a la mesa y desde luego a la cama.