domingo, enero 25, 2015

Féretros

En LTI. La lengua del Tercer Reich, Klemperer describe el uso que del término “ceremonias de Estado” solía hacer el nazismo. Nos dice que “el tejido” de aquellas ceremonias “se montaba siempre siguiendo el mismo modelo, aunque en dos versiones: con o sin féretro en el centro. La suntuosidad” del espectáculo, “toda la parafernalia que rodeaba al discurso, se mantenía siempre igual”.

La idea, nos dice Klemperer, era aprovechar el suceso “con la mira puesta en el heroísmo del futuro”: “Una ceremonia de Estado posee un significado histórico particularmente solemne.”


En esa singular ceremonia entre dos Estados al parecer ya no más enemigos que ocurrió el 17-D, está claro que hay un féretro en el centro, pero todavía no sabemos muy bien de quién es. Póngale usted a ese féretro el nombre que mejor se acomode a su interpretación de los hechos.

Lemebel

En esta entrevista, Pedro Lemebel se confiesa escritor, homosexual y proletario, usa palabras como neoliberalismo, tiranía y a veces se refiere a sí mismo en femenino.

En este otro, tomado en su velorio, Illapú le canta "El necio" -ese énfasis en las palabras "badajo", "revolución", madre mía, cómo lo disfrutan-, hay vivas y gritos de "¡presente!" y las coronas de flores dicen Comité Regional PC Capital y tienen 

hoces y martillos.

Esas siglas, PC, por si no lo imaginan, significan Partido Comunista.

Qué cosa tan increíble e inexplicable Latinoamérica, ¿no?


Dominios

La semana pasada compré este dominio. ¿O fue la anterior?
No sé muy bien lo que voy a hacer ahora con él. Pero digamos que he logrado que nadie se me adelante. Sabiendo lo que les ha pasado a otros, no es ninguna minucia.

Desde que aquellos tipos de generosidad tan morbosa me publicaron mi primer trabajo periodístico en un semanario de provincias, yo elegí este nombre. Que no es ni por asomo el que mis padres quisieron, aunque se parece. No puedo decir si lo hicieron por obligación o por autocensura, dos cosas que están no tan indirectamente relacionadas -toda autocensura es por obligación-, o porque alguien se lo sugirió así, tal vez lo hicieron solamente obligados por las circunstancias.

Lo cierto es que convertir el nombre inglés de Michael en Maikel (porque yo los lunes, y siempre, me llamaba así, Maikel), con esa k tan descentrada que tiene tanto de anglo como de vascuence y que a mí siempre se me atravesó como miércoles y de ceniza, era lo más aconsejable si tu madre quedaba embarazada en la Cuba del verano de 1973 y no se podía escuchar ni a los Beatles.

Ustedes llámenle como quieran: querer salir de la manada, anglofilia o simple deseo de epatar. A mí con que no me hayan colado una Y no me bastaba. Esperé muchos años, 39 exactamente, para corregir el error en el país donde siempre creí que era más coherente hacerlo: Estados Unidos.

Así que un día amanecí siendo oficialmente Michael y además ciudadano del mundo libre, y sin nostalgias de una k.