lunes, mayo 15, 2023

Debray


 Recuerdo bien que en Cuba se tenía a Régis Debray por un vulgar traidor. A la retórica inflamada de ciertos títeres del castrismo nunca le sobró ese tag. Después fue un ausente clásico, de esos que estuvieron, pero ya no están ni se mencionan más, tipo Carlos Franqui, etc. Un poema de Cortázar (que era un poeta muy malo en dos idiomas) terminaba diciendo "pienso en Régis Debray" y era casi la única mención que uno escuchaba en mucho tiempo. Ahora me encuentro con el libro de Laurence Debray, su hija, y lo que me queda claro es que el tipo sigue siendo bastante impotable.


En el libro, la supuesta traición al Che Guevara ni se menciona apenas. No sabemos si por recomendación paterna (la autora ha confesado en entrevistas que les dio el manuscrito a sus padres y estos le sugirieron quitar cosas). Entiendo que la autora no se considera historiadora y quizás nunca pensó el libro en esos términos, sino en saldar sus propias cuentas con su padre, pero no dudo que corran llamados por el estilo de "el testimonio de la hija del hombre que traicionó al Che Guevara" y lo que sacamos en claro es que las relaciones de ella con los delirios de su padre no fueron nunca buenas y que el carácter del padre es bastante difícil.

El libro no es bueno. Comienza bien, pero termina desdibujado hacia el final. Mientras se concentró en las peripecias del padre mantuvo cierto interés. Deja entrever que la relación con su padre no ha sido buena. Eso que un académico marramao hoy llamaría "intervenciones afectivas", al parecer fueron bastante raritas por frías y escasas. El personaje de la madre es opaco, una sombra. Y todo lo que concierne a su admiración por el Rey Juan Carlos me sobra en este. La voz es cándida, como si en términos investigativos y puramente historiográficos le faltara carretera.

Han salido algunos libros por el estilo de éste: La casa de los conejos (2008), de Laura Alcoba, hija de montoneros, y La caja Topper (2019), de Nicolás Gadano, economista, hoy banquero. Curioso que con Gadano, Laurence Debray comparte además de la prosapia guerrillera, haber trabajado en bancos. Sus padres la hicieron hermética para las utopías, dice Laurence en su libro y quizás lo mejor sea ese candor que atraviesa todo el conjunto, su ausencia de severidad, aunque algún lector se pregunte si era necesario llamar a Fidel Castro "el padre de todos los cubanos" (p. 57). Quiero creer que está dicho con ironía.

Este libro no es sobre Regis Debray, sino sobre su hija, que nació en 1976. Para ese entonces la biografía de su padre se adentraba en las sombras. La propia Laurence confiesa que se enteró de las aventuras paternas por alguien a quien se lo escuchó en su escuela. Quien desee abundar, tendrá que asomarse a sus memorias, un tocho titulado Alabados sean nuestros señores, publicado en España por Mario Muchnik en 1999. ¿Cuál es, entonces, el Regis Debray que prevalece después de seis décadas, el que recomienda conocer el mal para poder impedirlo o el que sugiere ser más del centro que de los extremos? ¿El maniqueísta que dividía el mundo en izquierda y derecha usando el ejemplo de una niña sin zapatos o el que terminó asimilando que su hija se fuera a vivir a su odiado Estados Unidos? De cualquier manera en este libro no está la respuesta. 

La respuesta que sí aprendemos es el trayecto de la hija rebelde de unos conversos de la fe revolucionaria hasta su instalación definitiva en la modernidad más plena del mundo occidental. El negativo de la foto familiar.

2 comentarios:

  1. Buena reseña. No siempre fue considerado traidor. Están los documentales del ICAIC para sostener esa primera valoración. Incluso la hija fue enviada a pasar las vacaciones en Tarará en un campamento de pioneros. Alfredo Guevara y los segurosos del Icap lo atendían cuando iba a Cuba. La caída vino después. Abrazos, R.

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    1. Uno de esos casos en los que el castrismo activa a placer una maquinaria despiadada de asesinato de reputación sin muchas pruebas (que nunca las ha necesitado) y luego no se toma la molestia de la disculpa pública. Los ejemplos abundan en todas estas décadas. Siendo un hecho muy confuso (¿quién habló de más en la cárcel, Debray o Bustos?, ¿hasta qué punto fueron utilizados para localizar a la guerrilla seis meses después de la captura?), ahí está Tomás Eloy Martínez llamando a Debray "el Judas del Che Guevara", una hija de Guevara diciendo que había hablado de más y hasta circuló cierto panfleto cuyo título terminaba con la frase "la traición de R. Debray". La cosa pareció seria siempre, pero sin demasiado fundamento, al parecer.

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