"En lo personal, no me interesa el diario como laboratorio, sino apenas como muestrario o acaso como eco o rezago de alguna posible conversación que ya ocurrió. A fin de cuentas, también puede ser un desvío de la ficción o ficción misma, por qué exigirle al diarista apego a la verdad. Una vez escrito, dejó de ser tuyo. Quién habla ahí, a quiénes le pasaron esas cosas, qué va a sacar en claro un lector de todo eso.
Se dice que el diario es el género de la modernidad. Y si bien es cierto que en su tejido están siempre los mimbres de lo contemporáneo, su moldura no cambia. Son tiempos de sobreexposición y si vamos a ser contemporáneos, el diario podría ajustarse a ello a la perfección."
Una entrevista en El Nuevo Herald, gracias a C.A. Aguilera.
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