—¿Mayo? —repitió Terence.
—Tal vez sea absurdo, pero no me gusta que nadie enferme en mayo —continuó ella—, las cosas parecen torcerse en mayo. Tal vez sea la luna. Dicen que la luna afecta al cerebro, ¿no, señor?
La miró, pero no pudo responderle; como los demás, cuando la mirabas, parecía encogerse bajo tus ojos y volverse inútil, malévola y poco fiable.
Ella se escabulló y desapareció.
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