miércoles, julio 12, 2023

Kundera


Ha muerto Milan Kundera en París. Tenía 94 años. Fue uno de los novelistas europeos que mejor conectó con una sensibilidad particular, la de su siglo, el siglo de las dos guerras mundiales y del ascenso y caída del bloque totalitario centroeuropeo, del que fue uno de sus más refinados examinadores. Me alegro de encontrar en La sabiduría sin promesa, la idea de que para el lector joven que fue Christopher Domínguez Michael, occidental y culto, Kundera fue decisivo para romper ataduras con el universo simbólico del estalinismo.

Creo que muchos lectores que ya rondan, mínimo, las cinco décadas de vida tuvieron su Edad K, aquellas ediciones de Tusquets, pero eso fue hace demasiado tiempo. Un día nos levantamos y vimos que un lector le echó en cara a otro la etiqueta de ser un "lector de Kundera" y entonces supimos que había sido asesinado por una nueva forma de mirar el mundo, no necesariamente mejor o más elevada.

Es el peaje que ciertos autores pagan por hacerse populares. No le van a dar el Nobel y con algo de suerte le van a reeditar sus principales libros. Pero la historia under review ha dictado su veredicto. Kundera es la elaborada conexión de la novela europea con lo que alguna vez se llamó "alta cultura" y por eso sus ensayos insisten en hablar de Cervantes y de Stravinski, de Kafka y Broch.

Voy al estante donde conservo algunos libros suyos: El arte de la novela (espléndido, con mis marcas, mis subrayados), El telón, La despedida, Los testamentos traicionados (que volví a comprar hace poco por el placer de reencontrarme en él), La inmortalidad y una edición en inglés de Encounter, que le regaló a Martha una feminista andrófoba (perdonad el pleonasmo) que nos bloqueó poco después. Sí, a los dos. El siglo de Kundera y mi siglo, frente a frente.

Hojeo uno. Ahí están sus marcas de estilo, sus referencias, Kafka, Skvorecky, la Primavera de Praga, otras como Janácek que tan raras se le hicieron al lector que fui en la Cuba de los noventa. En La inmortalidad habla de Goethe y Bettina, de Rilke y Romain Rolland. Dice que el homo sentimentalis no puede ser definido como un hombre que siente, sino como un hombre que ha hecho del sentimiento un valor y que a partir de ese momento todo el mundo quiere sentir y mostrarse como tal.

Dice que a Musil sus contemporáneos le pedían que no escribiera novelas, despreciaban su estilo. Lo mismo le pasaba a Mann, despreciado por Döblin y media República de Weimar: Brecht, Kerr, Tucholsky, Roth. Sin embargo Kundera encuentra sus ensayos aburridos y sin encanto.

¿Ha sido Kundera una víctima de la Era del Homo Sentimentalis? Como las películas de Kieslowski y Angelopoulos, me aventuro a decir. Puede que a eso se refiriera aquel lector. El mercado se porta como el demonio de la Historia, estúpidamente. Obliga a los escritores a obsesionarse con escribir novelas para que todo el mundo luego diga que prefiere los ensayos.

Foto: MK en Praga, 1969 [Gisèle Freund,IMEC/Fonds MCC, Praga-NY-Düsseldorf]


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